Se han descripto alteraciones cardiovasculares en reposo y durante el ejercicio en niños con autismo y pueden encontrar su origen en una disfunción del sistema nervioso autónomo que controla la función cardiovascular.
El sistema nervioso autónomo es una subdivisión del sistema nervioso que regula inconscientemente varias funciones orgánicas (corazón, glándulas, sistema digestivo) y desempeña un papel esencial en la homeostasis. Está regulado por el tronco cerebral y el hipotálamo, que actúan como integradores para las funciones autonómicas. Este se divide en dos sistemas, simpático y parasimpático y las interacciones entre estos dos sistemas reflejan el estado autonómico que se establece el concepto de “equilibrio simpático’. En muchos casos estos dos sistemas tienen acciones antagónicas. Por ejemplo, ante una situación de estrés se activan respuestas fisiológicas a través del sistema nervioso simpático mientras que el sistema nervioso parasimpático las inhibe. La funcionalidad del sistema nervioso autónomo podría ser evaluada por la variabilidad de la frecuencia cardiaca, que es un marcador de la función autonómica cardiovascular y sus índices son ampliamente reconocidos como fuertes indicadores de la relación entre los procesos psicológicos y fisiológicos.
En los trastornos de espectro autista se ha visto que puede haber una disfunción de este sistema autónomo, pero sus mecanismos se desconocen. Estudios previos han demostrado que los niños con TEA presentan una línea de base de la actividad parasimpática igual o reducida en comparación con los niños con un desarrollo típico, debido a un aumento de la actividad simpática. Tanto la disminución de la actividad parasimpática y el aumento de la actividad simpática están asociados con baja variabilidad de la frecuencia cardíaca. La reducción de este parámetro se establece como un predictor de una mayor mortalidad o eventos cardiovasculares en diversas poblaciones con patologías cardiovasculares, así como un indicador de una limitada flexibilidad psicofisiológica. Estos autores han llegado a la conclusión que los niños con TEA son significativamente menos flexible en sus adaptaciones autónomas ante la estimulación que produce el estrés.
La variabilidad de la frecuencia cardiovascular se ha utilizado para evaluar la función del sistema nervioso autónomo durante el sueño, pero nunca en la población con TEA a pesar de que los niños con autismo parecen sufrir más de los trastornos del sueño que sus pares con desarrollo típico, con una prevalencia estimada de 44 a 83%. Las alteraciones más frecuentes observadas con medidas objetivas como la polisomnografía y actigrafía fueron la latencia del sueño, despertares nocturnos, la duración del sueño más corto y una menor eficiencia del sueño.
El sueño es un proceso complejo que implica fluctuaciones en las funciones autónomas. El hipotálamo, que es un integrador de las funciones autonómicas, está estrechamente vinculado al ciclo de sueño-vigilia y sueño de corta duración o de baja calidad se asocia con aumento del tono simpático. La actividad simpática superior es responsable de los despertares nocturnos. La predominancia de actividad parasimpática durante el sueño de onda lenta se correlaciona con la profundidad del sueño. Este aumento del tono parasimpático induce una reducción progresiva de la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el gasto cardíaco.
El objetivo de este estudio fue comparar los patrones del sistema autónomo cardíaco entre niños con TEA y un grupo de niños con desarrollo típico durante el sueño nocturno. Se encontró que ambos grupos tenían los mismos valores de frecuencia cardíaca, lo que sugiere una actividad del sistema nervioso autónomo equivalente. El análisis de la variabilidad de la frecuencia cardíaca evalúa los componentes simpático y parasimpático que controlan la actividad cardíaca. La ausencia de diferencias significativas en los valores entre los dos grupos sugiere que los niños con autismo y los de desarrollo típico presentan una función autonómica similar.
También se encontraron resultados que probablemente reflejan un control parasimpático en la actividad cardíaca durante el sueño. Se observó una baja frecuencia cardíaca en ambos grupos durante el sueño profundo. Sin embargo, la disminución de esta frecuencia fue significativamente menor en los niños con autismo que en los de desarrollo típico durante el sueño profundo a pesar de haber un tono parasimpático mayor en los niños con TEA. Es posible suponer que en la población con autismo, el tono simpático podría ser más “potente” que la actividad parasimpática y por ello mantienen una frecuencia cardíaca mayor que sus pares neurotípicos. Esta hipótesis puede explicar en parte los trastornos del sueño en los niños con TEA. Por ejemplo, los despertares nocturnos parecen ser explicado por un aumento de la actividad simpática durante el sueño, que concuerda con los resultados obtenidos.
Los autores mostraron que los niños con TEA tenían una variabilidad del ritmo cardíaco más alto durante la noche en comparación con los niños típicamente desarrollados con especificidades en tono parasimpático superior.
Modificado de: Pace M, Dumortier L, Favre-Juvin A, Guinot M, Bricout VA. 2016. Heart rate variability during sleep in children with autism spectrum disorders. Physiology & Behavior 167: 309–312
Foto: liza_koifman Flickr via Compfight cc