Las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) suelen experimentar dificultades sociales y conductuales relacionadas con su condición, lo cual impacta en todos los aspectos de su vida, ya sea lo académico, las relaciones interpersonales o la practica de actividad física.

Las personas con TEA se caracterizan por tener intereses y comportamientos restrictivos y repetitivos, además de un déficit en las habilidades sociales. En ocasiones en forma adicional, presentan dificultades motoras en especial en relación con la realización de tareas complejas que involucran mantener el equilibrio o atrapar objetos. Es por ello que resulta indispensable considerar estas deficiencias motoras a la hora de establecer un diagnóstico y, posteriormente realizar intervenciones en TEA. 

Se ha demostrado que las personas con TEA pasan menos tiempo realizando actividad física de forma moderada o vigorosa, y más tiempo en actividades sedentarias en comparación con sus pares. Incluso, se descubrió que tanto niños como jóvenes con TEA eran menos activos cuando realizaban ejercicios con sus pares o un adulto que cuando jugaban en soledad. Es preciso recordar que existen otros obstáculos, más allá de las habilidades motoras, como la diversión, los intereses, la disponibilidad de programas, la discriminación, la carencia de habilidades sociales y la preocupación de los padres, factores que amenazan la participación y el progreso de las personas con TEA.

Puede que la sociedad, los amigos, los miembros de la familia y los profesionales de la salud no prioricen la actividad física o tengan bajas expectativas al respecto, lo que repercute de forma negativa . Esta situación es preocupante ya que la actividad física se asocia intrínsecamente a la prevención de enfermedades como la diabetes y la depresión, que no pueden tratarse solo a través de la nutrición o las modificaciones en la dieta del paciente (OMS, 2018).

Los tratamientos que involucran el entrenamiento de habilidades motoras pueden influir de forma positiva en el comportamiento social de las personas con TEA. Por ejemplo, se comprobó que, tras ciertas intervenciones basadas en ejercicios, mejoran las habilidades motoras y sociales de personas con TEA. Otros estudios demostraron que la actividad física reduce comportamientos negativos como las estereotipias e incrementa los positivos, como el compromiso académico, el trabajo grupal y la amistad en personas con TEA. Sin embargo, la relación entre actividad física y capacidad cognitiva no queda clara. De forma análoga, las habilidades sociales pueden promover relaciones positivas y competencias personales entre pares, lo que a su vez promueve el desarrollo tanto de habilidades sociales como de comportamientos físicos.

No todos los estudios muestran los mismos datos y hay estudios que indican que las habilidades motoras pueden repercutir de forma negativa en el funcionamiento social de personas con TEA.

Se ha comprobado que el comportamiento de personas con discapacidad respecto de la actividad física depende de:

  • factores personales por ejemplo, la actitud individual, la percepción de sus destrezas, la incapacidad física, los problemas sensoriales o el miedo a lastimarse
  • del contexto como, las influencias sociales de amigos y parientes, el trabajo en equipo, las amistades, el acoso escolar y las comparaciones sociales.

Los síntomas nucleares de las personas con TEA pueden representar un obstáculo también para la realización de actividad física. Por ejemplo, los déficits sociales pueden generar dificultades para mantener el contacto visual, no ser capaz de jugar con otros en forma tradicional, o comprender y/o expresar sentimientos .

En lo que respecta a las habilidades motoras, por ejemplo, en un estudio se descubrió que los niños con TEA, con una edad promedio de 5 años, se relacionan de forma más positiva con su entorno en contextos lúdicos sociales (cuando juegan con cuerdas, autos, bloques, etc.) en comparación con aquellos juegos que involucran sus habilidades motoras como los escalones, las vigas de equilibrio, el triciclo, etc., aunque en los juegos motrices en particular, su desenvolvimiento social es mucho peor en comparación con el resto de los niños en desarrollo.

La participación en actividades recreativas con pares puede resultar difícil para las personas en el espectro TEA, especialmente debido a las demandas sociales y la discriminación: los estigmas relacionados con las deficiencias suelen estar basados en percepciones sociales de la “normalidad”. Los niños son excluidos de las actividades en diversas oportunidades por elección personal (eligen observar), o incluso por elección de sus compañeros, quienes no los incluyen por su escasa destreza.

Además de las deficiencias en la interacción social, la edad y la severidad de los síntomas del TEA parecen asociarse de forma negativa a la diversión producto de la actividad física y social: a medida que los niños crecen y/o experimentan mayor compromiso, es menos probable que disfruten de estas actividades. Por otro lado, el acceso a programas de actividad física recreativos para jóvenes con TEA también puede verse afectado debido a las normas sociales, lo que genera una inequidad aún mayor.

En resumen, la participación en actividades físicas se ve afectada más gravemente por obstáculos sociales que por los síntomas específicos del TEA, por lo que la actividad física no se percibe como una prioridad para los jóvenes con TEA y las intervenciones se centran en  superar dificultades en la comunicación y reducir los comportamientos estereotipados.

En conclusión, la actividad física constituye una opción viable para mejorar la calidad de vida de las personas con TEA aumentando la participación y diversificando las relaciones sociales.

Debido a que el TEA es un trastorno del espectro, existen muchas diferencias en la severidad de los síntomas entre las personas con un mismo diagnóstico. Se necesitan estudios relacionados con TEA, actividad física y comportamiento social para poder desarrollar estrategias para estimular la actividad física en las personas con esta condición.

Adaptado y traducido de: “Scoping Review: Physical Activity and Social Functioning in Young People with Autism Spectrum Disorder”, por Reinders NJ, Branco A, Wright K, Fletcher PC and Bryden PJ, 2019, Department of Kinesiology, Wilfrid Laurier University, Waterloo, ON, Canada